Mittwoch, 14. Mai 2008

AUNQUE PEQUEÑO EL TERRITORIO DOMINICANO PERMITE PRACTICAR DIVERSOS DEPORTES Y AVENTURAS


El tamaño no importa. Con apenas 48,442 kilómetros cuadrados, República Dominicana tiene terreno y agua suficientes para ofrecer experiencias turísticas extremas que elevan el espíritu explorador y le dan, muchas veces, sentido a la vida. Bajo tierra, en el aire, en el mar, en cualquier rincón aparece el espacio adecuado que provoca darle un respiro a la vida citadina, al sedentarismo y a la inanición: caminatas, escaladas, buceo, rafting, montañismo, rappel, jeeping, parapente, canyoning o kiteboarding. Ubicamos esos lugares de ensueño que nos obligarán a sacarle partido a un país repleto de opciones riesgosas y atrevidas.

Si subir los tres mil 87 metros del pico Duarte o alcanzar el valle del Tetero resulta demasiado para los menos arriesgados, hay otras opciones parecidas que hacen del montañismo y el senderismo experiencias únicas de las que los exploradores regresan siendo mejores personas; o con pique, siempre depende. La montaña la 80, en Constanza, la Loma Quita Espuela, en la provincia Duarte, Las Laderas del Hoyo de Pelempito en la Sierra de Bahoruco y la espalda de El Morro, en Montecristi, cansan a cualquiera y retan el cuerpo a subir hasta el cielo.

La escalada sobre roca dejó de ser una moda. Es el pasatiempo deportivo de muchos jóvenes que consideran que retar la gravedad les llena de vida. Las mejores rutas para escalar, sugieren, son las escarpadas montañas de playa Frontón, en Samaná; un lugar conocido como Conde de Mana en San Cristóbal y el parque Mirador Sur en Santo Domingo, ideal para los que se inician en esta aventura.El rappel, el descenso de montañas o paredes verticales usando cables, cascos y arnés, tiene en los alrededores de Rancho Baiguate, en Jarabacoa, sus mejores escenarios. Los más valientes retan el agua y las paredes resbaladizas de los Saltos del Limón y Jimenoa, cosa no recomendada para los principiantes.

Más de 400 cuevas exploradas con arte rupestre, formaciones rocosas e invitados especiales (culebras, murciélagos y otros animales) repartidas por todo el territorio nacional indican que la vida, bajo tierra, no es tan callada o aburrida.

Para explorar, los turistas sienten cierta fascinación por las cuevas del Parque Nacional de Los Haitises, de impresionante belleza y legado cultural, y por la cueva de Las Maravillas.

Pero si de extremos se trata, la aventura recomendada es una visita a la cueva de Fun-Fun, en Hato Mayor, porque su exploración incluye un entrenamiento especial para descender 20 metros hasta su interior haciendo rappel hasta sumergirse en un río subterráneo.

Menos arriesgado pero igual de fascinante es caminar y chapotear en las aguas del río Damajagua, en Puerto Plata, aguas que se reparten 27 charcos en una gigantesca caverna que se formó en el lugar debido a una falla geológica.

El kiteboarding, el último de los deportes acuáticos que se practican en el país, ha devuelto a Cabarete, en Puerto Plata, parte del esplendor que había perdido el primer polo turístico del país. De hecho, Cabarete está considerado como el mejor del mundo para practicar esta técnica que combina el vuelo de los cometas y el deslizamiento en el mar sobre una tabla con increíbles piruetas en el aire.

Bajo el agua, el buceo deportivo y el snorkelling se practican en muchos puntos de la costa dominicana. La Caleta en Santo Domingo, las playas cercanas al Morro, en Montecristi, la terraza marina del Parque Mirador del Este por los lados de la Saona, Samaná y los alrededores del montículo coralino de Cayo Arena son las mejores zonas para los que todavía no aspiran a conquistar las profundidades del mar.

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